‘Chulas y Famosas’ de Terenci Moix es un libro que siempre lo tengo a mano porque en cualquier momento lo puedo volver a leer. Y esto es lo que hice hace unas semanas (y no sé cuantas veces van). ‘Chulas y Famosas’ es la tercera parte de una trilogía que empieza con ‘Garras de astracán’ y sigue con ‘Mujercísimas’. Estas dos novelas son muy buenas pero con ‘Chulas y Famosas’ se llega a la apoteosis, al escándalo. El libro representa el diario personal de Miranda Boronat, una millonaria catalana afincada en Madrid, podrida de dinero, cotilla, de derechas, sumamente estúpida y elegante y bollera que no ejerce. El personaje de Miranda Boronat me ha marcado al ser un personaje (como todos los de la novela, incluido el Autor) hilarante hasta decir basta. En ‘Garras de astracán’ ya te queda claro como es, en ‘Mujercisimas’ es como un insulto y en ‘Chulas y Famosas’ es todo esto y más. Es uno de esos personajes ficticios que se te quedan grabados. Y es que la Boronat es muy Miranda Boronat.
Estos tres libros de Terenci Moix son espectaculares pero la tercera parte se lleva la palma. El libro es fantástico y es una risa asegurada. El libro es una crítica feroz a la España más rica y más rancia, al fin de siglo y a los medios de comunicación, donde hoy en día todo el mundo puede tener un lugar, seas lo que seas, hagas lo que hagas o te acuestes con quién te acuestes.
Aquí pongo un fragmento del libro:
"A la mañana siguiente me vestí sencillísima para recibir al Autor. Sencilla nunca quiso decir barata, por supuesto. Me puse un modelito Jill Sanders color manzana apagada. Era uno de esos petit rien que suelen costar más caros que algunos de todo lujo: un evasé de punto, sin otras pretensiones que la de demostrar la humildad de las millonarias de gusto. Dejé caer sobre mis hombros, como distraídamente, un chal de cashmere gris, puro deleite al tacto. ¿Joyas? Lo imprescindible para no asustar al invitado. El solitario con los tres rubíes tallados y el broche Cartier de diario. Sólo me permití una licencia en los zapatos: eran de tacón de aguja. No importaba que estuviese en casa: una mujer de mundo sólo debe apearse de la aguja para entrar en el jacuzzi."
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